10 octubre 2011

Incomunicados y tras las rejas

                    
“A mí me ha sostenido la misericordia de Dios, soy cristiana, pero he llorado mucho... a veces ando como sonámbula, hay que ser madre para saber lo que yo he sufrido, yo no duermo...”.
Con esas expresiones, la señora Ángela Andújar trata de describir la pena que corroe su corazón desde el día de 2006 en que su único hijo, Sandrio de Jesús Andújar, cayó preso en Estados Unidos.

Pero ahí no solamente radica el motivo de su pena y sufrimiento. Su mayor angustia y desesperación comienza desde el momento en que su vástago fue trasladado de cárcel, y perdieron todo contacto. Ahora no sabe dónde está recluido o si está vivo, porque las últimas noticias que recibió de su hijo, por mediación de una sobrina, era que lo habían golpeado dentro de la prisión.
Recordar aquel día en que su hijo se fue del país, hace 12 años, le provoca nostalgia.
Pero al hablar de su situación como prisionero en una cárcel que ella desconoce, estalla en llanto.
Mantener el contacto con un pariente recluido en el exterior constituye una odisea para muchas familias dominicanas, sobre todo para aquellas que, como los padres de este joven, Ángela Andújar y Ramón de Jesús, carecen de recursos econó- micos para ir a verlo, por lo cual nunca han podido visitarlo en la prisión norteamericana donde está.
Esta familia, oriunda del humilde poblado de Sabana Larga, perteneciente al sector El Carril, del municipio de Haina, solicitó a las autoridades de Relaciones Exteriores ayuda para localizar a su hijo, petición que ya han tramitado por escrito, vía la Comisión de los Derechos Humanos. Posteriormente, pedirán una visa humanitaria para ir a verlo, y tendrán que gestionar recursos para poder viajar.
¿Dónde está?
El presidente de la Comisión de los Derechos Humanos, Manuel María Mercedes, envió una comunicación al canciller Carlos Morales Troncoso, el 29 de julio del 2010, solicitándole su invetervención para localizar al joven, pero no han recibido respuesta. La familia demanda una investigación.
Este caso llegó a la Comisión de los Derechos Humanos a través del secretario de Finanzas, Juan Antonio Martínez Rodríguez, quien además es vecino de los padres del joven preso.
La abogada Bethania Piñeiro, que trabaja también para la Comisión de los Derechos Humanos, ha ayudado a esta familia a realizar algunas gestiones en la cancillería.
“En la carta que él le mandaba a su madre, que yo pude leer, él temía por su vida; al pasar el tiempo y no tener información alguna de él, la madre teme que le haya ocurrido algo”, expresó Piñeiro.
Como vecino de la familia, Martínez Rodríguez ha dado seguimiento de cerca a esa situación. “Todavía no hemos tenido respuesta satisfactoria de la cancillería, nosotros como Derechos Humanos esperamos una respuesta satisfactoria”, subrayó Martínez Rodríguez.
El joven guardaba prisión en una cárcel de Missouri, Estados Unidos, según supo su mamá a través de una sobrina. Se enteró luego de que fue trasladado, pero desconoce a qué cárcel. Tampoco si fue condenado. Solo saben, dicen, que fue acusado de violencia intrafamiliar.
Andújar Encarnación dice que ha visitado en varias ocasiones a la Cancillería, pero sin tener éxito.
Como polizón
Aquel día en que se montó en un barco de manera ilegal para ir a Estados Unidos, cuando tenía 20 años de edad, Sandrio solo pensó en una mejoría económica para él y su familia. Soñaba con terminar una casa que había iniciado su mamá.
Sin pensar en los peligros que corría, se montó en un barco. Como polizón cruzó el mar Caribe. Abandonó su patria.
Duró un tiempo enviando dólares a sus padres con cierta frecuencia, con lo cual logró materializar su sueño de terminar la casita materna.
Allá se casó, formó una familia con una ciudadana norteamericana, con quien procesó, dos hijos. Pero un problema de violencia intrafamiliar con su pareja lo condujo a la cárcel.
Salida inesperada
Los padres de Sandrio se enteraron de que su único hijo se había marchado a tierras extranjeras cuando ya había cruzado el mar Caribe en un barco que abordó en el muelle de Haina.
Mediante una llamada telefónica, Sandrio de Jesús dio la noticia de su llegada a sus padres.
Su padre no aprobaba el viaje. “Yo no quería que él se fuera, yo siempre le decía que aquí trabajando uno puede sobrevivir y alcanzar lo que se propone, que debía ponerse a estudiar”, narró el padre de Sandrio.
Pero su hijo no escuchó esos consejos. “Fue una sorpresa que nosotros recibimos cuando él se fue, cuando nos llamó nos dijo que estaba en un monte”, contó.
La primera llamada
Ángela recuerda el día que recibió la primera llamada de su hijo, a un mes de marcharse. Sonó el teléfono.
Cuando levanta, una operadora le dice: llamada de larga distancia, ¿acepta los cargos? A lo cual ella respondió: “Sí, señora, sí señorita, cuando oí la voz de mi hijo por primera vez, que me dijo, ‘mami, mami, ya llegué donde quería llegar, pero no conozco a nadie’, le dije, ‘no te preocupes mi hijo que yo voy a orar al señor para que cuando vuelvas a llamarme ya alguien te recoja y puedas encontrar trabajo’”.
Sandrio llamó 15 días después para informar a sus padres que había conseguido trabajo en un restaurante y que unos evangélicos le dieron asilo. Ese día le dijo que le iba a mandar “unos chelitos”.
Poco a poco le fue enviando 50 y 100 dólares. Así pudieron echarle el plato a la casa.
Sandrio le gustó trabajar desde adolescente. Laboró en muelle de Haina, el mismo que usó para viajar.
Por teléfono, siempre su padre le aconsejaba que se portara bien.
Supieron que había caído preso por las cartas que él les enviaba desde la cárcel de Missouri a través de una sobrina de Ángela, que vive en Estados Unidos. Después de la prisión, Ángela solo ha hablado con su hijo una vez.
Luego ambas perdieron contacto con el joven. Su propio hijo informó a sus padres, detrás de las fotos que les mandaba, que era maltratado en la cárcel.
Tampoco saben nada de sus nietos, pues la esposa se mudó de la casa con ellos luego de los problemas intrafamiliares que llevaron al dominicano a prisión. Su madre muestra unas fotos en las que el joven se encuentra junto a sus dos hijos.
“Yo tengo mucho que no hablo con mi sobrina, la última vez que ella vino al país me dijo que había hablado con él, y que estaba bien, pero me lo dice en una forma que yo no creo que sea así”, comenta. Por las informaciones sobre maltrato que ha recibido, su madre teme que no esté vivo.
 LA ASISTENCIA DE LOS DERECHOS HUMANOS 
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) da asistencia a personas con parientes presos fuera del país.
En la actualidad, brinda asistencia jurídica a 8 familias, a las que ayuda también a localizar y mantener el contacto con su pariente, mediante gestiones con los consulados. Esa asistencia ha permitido a personas viajar para conocer la situación de sus familiares en las cárceles. El presidente de la CNDH, Manuel María Mercedes, cita el caso de una joven que pudo viajar a Estados Unidos para saber de su padre, Edmundo de la Rosa. En ese proceso de colaboración, Mercedes ha observado dejadez y poca preocupación de los cónsules para con sus nacionales presidiarios y cuestiona el  papel que desempeñan.
“Una de nuestras quejas permanentes ante el Ministerio de Relaciones Exteriores es que los cónsules que tenemos solo se encargan de las recaudaciones de fondos, la asistencia a los dominicanos tanto en Europa y en Estados Unidos es muy pobre”, consideró.
Mercedes sostiene que la CNDH carece de recursos económicos para cooperar con las familias.
Define como difícil la situación de esos dominicanos que guardan prisión en el exterior.
Sostiene que aquellos que no saben hablar inglés se les dificulta la convivencia en la cárcel. “Porque en un centro de privación de libertad, que tú no conoces a nadie, que no conoces el idioma y la precariedad económica, es un panorama bastante difícil”, se lamentó.

 
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