Los problemas del cólera, la competencia por los puestos de trabajo y el aumento de la delincuencia común han agotado la buena voluntad de los dominicanos para con sus vecinos haitianos, según un reportaje del influyente periódico The New York Times.
El reportaje, firmado por Randal C. Archibold, sostiene que en la medida que van desapareciendo los recuerdos del terremoto que destruyó casi por completo la capital de Haití, la República Dominicana está tomando medidas, como la deportación de los refugiados haitianos.
Agrega que las autoridades dominicanas se empeñan en alejar a los haitianos de la frontera y, en sentido general, les hacen la vida difícil a los que ingresan al territorio de República Dominicana.
“La policía y los militares cerca de la frontera, sin ir mucho más allá de que el color de piel es más oscura o que falta una identificación, han detenido carros y autobuses y los han obligado a marcharse a Haití”, expone el reportaje, que se ampara en supuestos testimonios de grupos defensores de los derechos humanos.
El periódico también resalta que las autoridades dominicanas están utilizando la nueva Constitución para negarles la ciudadanía a los hijos de inmigrantes haitianos indocumentados y deportar a las personas que habían nacido y vivido en territorio dominicano durante años.
"Las deportaciones son un signo de impaciencia ante la vacilante recuperación en Haití y la declinante solidaridad internacional con sus persistentes problemas. Haití y los donantes internacionales están muy atrasados en la ayuda a los cientos de miles de personas que continúan viviendo en campamentos improvisados y los millones sin empleo formal; una crisis agravada por el estancamiento político que ha bloqueado que el nuevo presidente de Haití, Michel Martelly, forme un nuevo gobierno, más de cien días después de asumir el cargo”, indica el reportaje.
Cita a Robert Maguire, un estudioso de Haití de la Universidad George Washington, expresó:
"Es como un problema que no tiene solución. La verdad es que cuando los haitianos se van a la República Dominicana y otros lugares, suele irles bien o al menos mejor que en Haití, y por eso se siguen yendo".
Resalta que varios países les concedieron una amnistía migratoria a los inmigrantes y refugiados haitianos, tras el terremoto del 12 de enero de 2010, pero que parece que ese período de gracia ha llegado a su fin.
Recuerda que el comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados recientemente instó a los países a revertir una nueva ola de deportaciones a Haití, debido a que allí las condiciones siguen siendo precarias.
“Haití todavía no puede garantizar una protección y atención adecuadas, especialmente a algunos grupos vulnerables, en el caso de que sean devueltos ", indica el citado comunicado.
Reseña que algunos deportados también han llegado desde Jamaica y desde las Bahamas, y que Estados Unidos reanudó la deportación de haitianos varios meses después del terremoto. Además, funcionarios estadounidenses de inmigración dicen que esperan deportar a unos 700 haitianos este año, enfocándose en las personas declaradas culpables de delitos.
Según el NYT, los funcionarios dominicanos dicen que su país ha soportado el peso de los refugiados del terremoto y los inmigrantes económicos recientes, que se añaden a un flujo constante de personas provenientes de Haití que se ha deslizado a través de la porosa frontera durante décadas para cortar caña de azúcar, recolectar café durante la cosecha, laborar en obras de construcción y otros empleos de bajo salario.
Indica que la semana pasada, José Ricardo Taveras, el nuevo director de Migración dominicano, miembro de un partido político derechista, conocido por su línea dura contra los migrantes haitianos (la Fuerza Nacional Progresista), criticó a las Naciones Unidas por no frenar el flujo de migrantes haitianos.
El mes pasado (julio) Taveras citó las cifras estimadas de haitianos en 500,000 o más en el país, dijo a los periodistas locales que "nadie puede resistir a una invasión de esa naturaleza", y que miles de haitianos habían sido deportados.
El periódico resalta que la República Dominicana, a pesar de una larga historia de conflictos con Haití, fue el país más solidario con los haitianos, a raíz del terremoto de enero de 2010.
Reportaje del NYT resalta que la buena voluntad que demostraron los dominicanos hacia los haitianos mejoró mucho las relaciones entre ambos pueblos, dejando atrás los recelos y puntos críticos, “en particular, la matanza de miles de haitianos por los militares dominicanos en 1937” ordenada por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina.
Explica que el gesto de buena voluntad de los dominicanos levantó las esperanzas de un vínculo más estrecho. Pero señala que esa situación se ha revertido debido a que en República Dominicana la tasa de desempleo es elevada (14% el año pasado, una de las más altas en América Latina), lo que unido al cólera, que ha matado a casi 6,000 personas en Haití desde octubre y a más de 90 en la República Dominicana, muchos de ellos inmigrantes haitianos.
El reportaje detalla que esta primavera surgieron pancartas en Santiago, la ciudad natal de Taveras, que llamaban a los haitianos a regresar a sus casas. Estallaron las protestas por la presencia de los refugiados y un número de migrantes huyó.
"Estamos defendiendo nuestra soberanía, porque la mano de obra dominicana ha sido prácticamente eliminada en la construcción", dijo a los periodistas Juan Francisco Consuegra, un líder comunitario, durante una manifestación.
La tensión alcanzó un tono suficientemente agudo como para que la Organización Internacional para las Migraciones ofreciera una salida: el pago de 50 dólares a cada haitiano, además de ayuda adicional para su reubicación, para que regrese a su casa por propia voluntad. Más de 1,500 han regresado mediante este programa.
"Cualquier cosa es mejor que las condiciones en que estamos ahora", dijo Bernier Noel que se inscribió para salir del país. El terremoto arrasó su casa en Haití, pero de cualquier manera se decidió a regresar a su a país.
Noel llegó a República Dominicana con unos amigos meses después del terremoto, después de oír que los empleos y el dinero eran abundantes. Vive prácticamente la intemperie, se baña con el agua infestada de insectos, y recoge los granos de café a un ritmo incontenible bajo un sol implacable por alrededor de tres dólares al día.
Añade que ahora Noel piensa que a pesar de la devastación que sufrió Haití, al menos allí cuenta con amigos dispuestos a disfrutar su presencia, mientras trata de revivir un negocio ambulante de venta de zapatos en las calles de Puerto Príncipe.
Funcionarios dominicanos dijeron que República Dominicana se había sacrificado para mitigar la crisis en Haití e insisten que las repatriaciones están dirigidas a los haitianos recién llegados.
Señalaron que en los casos de muchos menores haitianos que deambulan por las calles, se descubrió que han sido víctimas de tráfico humano y en el caso de las niñas han sido explotadas sexualmente para el negocio de la prostitución. Dijo que especialmente las repatriaciones de estos niños y niñas se han llevado a cabo con la ayuda de organizaciones no gubernamentales.
Alejandra Hernández, ministra consejera de la Embajada Dominicana en Washington, dijo que las autoridades dominicanas de salud gastaron más de 11 millones de dólares para ayuda de emergencia durante el mes posterior al terremoto, y 27 millones de dólares en 2010. Sin embargo, los refugiados son ahora una carga económica, dijo Hernández, con la salud, la policía y otros servicios.
"Sigue un patrón de larga data de la migración económica, que durante años ha puesto una gran demanda sobre la capacidad de nuestro país", dijo Hernández, y destacó que en el primer semestre de 2010 una sexta parte de todos los nacidos vivos en hospitales públicos de su país fueron de madres haitianas.
Lo cierto es que para los haitianos en la República Dominicana, la vida es cada vez más dura, lo que puede ser un punto a tomar en cuenta.
Gabriel G. Teodoro, de 31 años, dijo que perdió su trabajo como mensajero en un bufete de abogados porque no pudo renovar su documento de identidad nacional. Aunque nació en la República Dominicana “y desconoce la lengua y la cultura de Haití” fue rechazado en la oficina de inmigración bajo la nueva ley porque sus padres eran inmigrantes ilegales, dijo Teodoro.
"Este país se beneficia de nuestro trabajo, pero se me rechaza por mi ascendencia haitiana", dijo. El suyo es uno de las docenas de casos que están apelando los defensores de los derechos humanos.
Recientemente, una mañana un flujo de inmigrantes haitianos salió de sus chozas en el monte para copar una iglesia y registrarse para partir conforme al programa de la Organización Internacional para las Migraciones.
Pedite François llegó sosteniendo en sus brazos a Cedita, su hija de 14 meses de edad. "Es difícil encontrar trabajo", dijo. "Un día sin trabajo, es un día sin comer."
El reportaje, firmado por Randal C. Archibold, sostiene que en la medida que van desapareciendo los recuerdos del terremoto que destruyó casi por completo la capital de Haití, la República Dominicana está tomando medidas, como la deportación de los refugiados haitianos.
Agrega que las autoridades dominicanas se empeñan en alejar a los haitianos de la frontera y, en sentido general, les hacen la vida difícil a los que ingresan al territorio de República Dominicana.
“La policía y los militares cerca de la frontera, sin ir mucho más allá de que el color de piel es más oscura o que falta una identificación, han detenido carros y autobuses y los han obligado a marcharse a Haití”, expone el reportaje, que se ampara en supuestos testimonios de grupos defensores de los derechos humanos.
El periódico también resalta que las autoridades dominicanas están utilizando la nueva Constitución para negarles la ciudadanía a los hijos de inmigrantes haitianos indocumentados y deportar a las personas que habían nacido y vivido en territorio dominicano durante años.
"Las deportaciones son un signo de impaciencia ante la vacilante recuperación en Haití y la declinante solidaridad internacional con sus persistentes problemas. Haití y los donantes internacionales están muy atrasados en la ayuda a los cientos de miles de personas que continúan viviendo en campamentos improvisados y los millones sin empleo formal; una crisis agravada por el estancamiento político que ha bloqueado que el nuevo presidente de Haití, Michel Martelly, forme un nuevo gobierno, más de cien días después de asumir el cargo”, indica el reportaje.
Cita a Robert Maguire, un estudioso de Haití de la Universidad George Washington, expresó:
"Es como un problema que no tiene solución. La verdad es que cuando los haitianos se van a la República Dominicana y otros lugares, suele irles bien o al menos mejor que en Haití, y por eso se siguen yendo".
Resalta que varios países les concedieron una amnistía migratoria a los inmigrantes y refugiados haitianos, tras el terremoto del 12 de enero de 2010, pero que parece que ese período de gracia ha llegado a su fin.
Recuerda que el comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados recientemente instó a los países a revertir una nueva ola de deportaciones a Haití, debido a que allí las condiciones siguen siendo precarias.
“Haití todavía no puede garantizar una protección y atención adecuadas, especialmente a algunos grupos vulnerables, en el caso de que sean devueltos ", indica el citado comunicado.
Reseña que algunos deportados también han llegado desde Jamaica y desde las Bahamas, y que Estados Unidos reanudó la deportación de haitianos varios meses después del terremoto. Además, funcionarios estadounidenses de inmigración dicen que esperan deportar a unos 700 haitianos este año, enfocándose en las personas declaradas culpables de delitos.
Según el NYT, los funcionarios dominicanos dicen que su país ha soportado el peso de los refugiados del terremoto y los inmigrantes económicos recientes, que se añaden a un flujo constante de personas provenientes de Haití que se ha deslizado a través de la porosa frontera durante décadas para cortar caña de azúcar, recolectar café durante la cosecha, laborar en obras de construcción y otros empleos de bajo salario.
Indica que la semana pasada, José Ricardo Taveras, el nuevo director de Migración dominicano, miembro de un partido político derechista, conocido por su línea dura contra los migrantes haitianos (la Fuerza Nacional Progresista), criticó a las Naciones Unidas por no frenar el flujo de migrantes haitianos.
El mes pasado (julio) Taveras citó las cifras estimadas de haitianos en 500,000 o más en el país, dijo a los periodistas locales que "nadie puede resistir a una invasión de esa naturaleza", y que miles de haitianos habían sido deportados.
El periódico resalta que la República Dominicana, a pesar de una larga historia de conflictos con Haití, fue el país más solidario con los haitianos, a raíz del terremoto de enero de 2010.
Reportaje del NYT resalta que la buena voluntad que demostraron los dominicanos hacia los haitianos mejoró mucho las relaciones entre ambos pueblos, dejando atrás los recelos y puntos críticos, “en particular, la matanza de miles de haitianos por los militares dominicanos en 1937” ordenada por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina.
Explica que el gesto de buena voluntad de los dominicanos levantó las esperanzas de un vínculo más estrecho. Pero señala que esa situación se ha revertido debido a que en República Dominicana la tasa de desempleo es elevada (14% el año pasado, una de las más altas en América Latina), lo que unido al cólera, que ha matado a casi 6,000 personas en Haití desde octubre y a más de 90 en la República Dominicana, muchos de ellos inmigrantes haitianos.
El reportaje detalla que esta primavera surgieron pancartas en Santiago, la ciudad natal de Taveras, que llamaban a los haitianos a regresar a sus casas. Estallaron las protestas por la presencia de los refugiados y un número de migrantes huyó.
"Estamos defendiendo nuestra soberanía, porque la mano de obra dominicana ha sido prácticamente eliminada en la construcción", dijo a los periodistas Juan Francisco Consuegra, un líder comunitario, durante una manifestación.
La tensión alcanzó un tono suficientemente agudo como para que la Organización Internacional para las Migraciones ofreciera una salida: el pago de 50 dólares a cada haitiano, además de ayuda adicional para su reubicación, para que regrese a su casa por propia voluntad. Más de 1,500 han regresado mediante este programa.
"Cualquier cosa es mejor que las condiciones en que estamos ahora", dijo Bernier Noel que se inscribió para salir del país. El terremoto arrasó su casa en Haití, pero de cualquier manera se decidió a regresar a su a país.
Noel llegó a República Dominicana con unos amigos meses después del terremoto, después de oír que los empleos y el dinero eran abundantes. Vive prácticamente la intemperie, se baña con el agua infestada de insectos, y recoge los granos de café a un ritmo incontenible bajo un sol implacable por alrededor de tres dólares al día.
Añade que ahora Noel piensa que a pesar de la devastación que sufrió Haití, al menos allí cuenta con amigos dispuestos a disfrutar su presencia, mientras trata de revivir un negocio ambulante de venta de zapatos en las calles de Puerto Príncipe.
Funcionarios dominicanos dijeron que República Dominicana se había sacrificado para mitigar la crisis en Haití e insisten que las repatriaciones están dirigidas a los haitianos recién llegados.
Señalaron que en los casos de muchos menores haitianos que deambulan por las calles, se descubrió que han sido víctimas de tráfico humano y en el caso de las niñas han sido explotadas sexualmente para el negocio de la prostitución. Dijo que especialmente las repatriaciones de estos niños y niñas se han llevado a cabo con la ayuda de organizaciones no gubernamentales.
Alejandra Hernández, ministra consejera de la Embajada Dominicana en Washington, dijo que las autoridades dominicanas de salud gastaron más de 11 millones de dólares para ayuda de emergencia durante el mes posterior al terremoto, y 27 millones de dólares en 2010. Sin embargo, los refugiados son ahora una carga económica, dijo Hernández, con la salud, la policía y otros servicios.
"Sigue un patrón de larga data de la migración económica, que durante años ha puesto una gran demanda sobre la capacidad de nuestro país", dijo Hernández, y destacó que en el primer semestre de 2010 una sexta parte de todos los nacidos vivos en hospitales públicos de su país fueron de madres haitianas.
Lo cierto es que para los haitianos en la República Dominicana, la vida es cada vez más dura, lo que puede ser un punto a tomar en cuenta.
Gabriel G. Teodoro, de 31 años, dijo que perdió su trabajo como mensajero en un bufete de abogados porque no pudo renovar su documento de identidad nacional. Aunque nació en la República Dominicana “y desconoce la lengua y la cultura de Haití” fue rechazado en la oficina de inmigración bajo la nueva ley porque sus padres eran inmigrantes ilegales, dijo Teodoro.
"Este país se beneficia de nuestro trabajo, pero se me rechaza por mi ascendencia haitiana", dijo. El suyo es uno de las docenas de casos que están apelando los defensores de los derechos humanos.
Recientemente, una mañana un flujo de inmigrantes haitianos salió de sus chozas en el monte para copar una iglesia y registrarse para partir conforme al programa de la Organización Internacional para las Migraciones.
Pedite François llegó sosteniendo en sus brazos a Cedita, su hija de 14 meses de edad. "Es difícil encontrar trabajo", dijo. "Un día sin trabajo, es un día sin comer."