16 julio 2012

La violencia en la escuela

                    

Realidad social. El problema de las drogas, la violencia intrafamiliar, el alcoholismo, el desempleo, la marginalidad, la frustración social y la violencia social se refleja en la escuela. Los centros educativos son un espejo de la sociedad que cierra los ojos ante las injusticias
Hoy  algunas escuela, lejos de ser el espacio donde los niños y jóvenes acuden a imbuirse de buenas costumbres y normas para vivir en sociedad,  parece  el lugar de origen de  trifulcas  que se extienden y alcanzan su punto álgido al mediodía o en horas de la tarde, después que los estudiantes terminan su jornada y son “despachados”.

Y para saberlo no hace falta buscar opiniones autorizadas, pues son espectáculos públicos que se dan en cualquier calle donde niñas y niños sin ni siquiera tener  tamaño para defenderse, infestan el aire con improperios que ruborizarían a cualquier adulto. Eso en el mejor de los casos, ya que en otras ocasiones son los golpes, armas blancas, navajas de afeitar o incluso armas de fuego los que deciden. Los más sonados episodios de esta serie de terror son dados a conocer en medios de comunicación, pero la gran mayoría de enfrentamientos que no llegan a tener resultados trágicos son aparentemente ignorados por padres, maestros y autoridades.

Quizás el análisis de esta situación que hace el psiquiatra José Miguel Montero ayude a entender la razón: es que la escuela no es más que un reflejo de la sociedad que cierra los ojos ante la injusticia que la arropa y sólo los abre para alimentar el morbo.

“La escuela es el segundo espacio de socialización de los niños y niñas, pero también es una expresión del contexto sociocultural de la sociedad y del barrio donde está ubicada. O sea, el problema de las drogas, la violencia intrafamiliar, el alcoholismo, el desempleo, la marginalidad, frustración social y la violencia social  se  reflejan  como conducta de alto riesgo dentro de la escuela”, comenta el presidente de la Sociedad Dominicana de Psiquiatría.

El especialista asegura que la violencia en nuestro país se ha convertido en una cultura que se socializa en las familias, escuela, comunidades, calles y cualquier espacio social en los que los niños tienen un aprendizaje cargado de conductas agresivas, intolerantes y nocivas. Y como buenos humanos que son, aprenden lo que ven, “hacen y repiten aquellos comportamientos que socializan dentro de sus entornos, sin importar la edad” aunque se hace más notable en el caso de los adolescentes.

Dónde inicia el problema. “En la sociedades donde se vive la exclusión y las desigualdades sociales, donde las familias sufren tres veces más el estrés crónico, la frustración, la desesperanza, optando por comportamientos y mentalidades violentas y agresivas como estilos de vida”, explica Gómez y enfatiza que las duras condiciones de vida originan actitudes emocionales negativas como la ira, rabia, vergüenza, culpa, resentimiento social, odio y venganza. “A partir de estas determinantes sociales los niños aprenden a  vivir en un medio hostil que les hace competir a través de modelos negativos, cosas que no son sanas”.

La pregunta que cualquiera se hace es: ¿cuándo  comenzaron los niños a cambiar los lápices por cuchillos y navajas de afeitar?

La respuesta del especialista es simple: “Esto comenzó cuando los adultos empezaron a usar armas de fuego, a ver videojuegos violentos y de guerra; cuando socializaron la transculturación y una televisión cargada de violencia y de comportamientos agresivos y delictivos”.

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¿Quién pone el orden?

Los maestros están para educar y guiar a los estudiantes “por el mejor camino”, aunque para muchos ya no resulta tan fácil como antes: ellos mismos pueden llegar a estar en una situación de riesgo si no cuentan con los mecanismos necesarios para controlar a sus estudiantes.

“Los maestros y las maestras  viven dentro de un contexto desigual y excluyente que les pone en riesgo incluso de ser víctimas de  conductas potencialmente peligrosas. Por lo que se impone una escuela y unos maestros creativos, resilientes, proactivos y motivados en el logro y en propósitos saludable, con mejor calidad de vida y una vida más digna”, comenta Gómez.

Por eso señala la necesidad de que se creen políticas públicas más eficientes y eficaces que estimulen y despierten una escuela con visión y misión integral, humanista y de estímulos positivos. Claro que no está de más una crianza más diligente en casa, que empieza con la concienciación de los  padres de que la violencia no hará de los hijos nada mejor, que es mejor enseñar al niño a respetarse a sí mismo y a sus semejantes en vez de alentarles a pagar ofensa con ofensa.
Escrito por: RAYSA CORPORÁN
hoy.com.do )

 
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