Hacinamiento. Limitados recursos económicos. Pocos programas de formación. Deterioro de las estructuras físicas. Reducido personal especializado y de seguridad. Son sólo cinco aspectos que describen las precariedades con que operan ocho centros de atención integral para los adolescentes en conflicto con la ley que existen en el país.
En esos hogares conviven 582 adolescentes, según estadísticas de la Dirección Nacional de Atención Integral, hasta el 14 de noviembre del 2011.
Unos con más avances que otros. En visita a cada uno, reporteros de LISTÍN DIARIO pudieron observar que pocos cumplen a cabalidad con las disposiciones de la ley 136-03 o Código del Menor para garantizar su reinserción socio laboral.
Y es que mientras algunos se manejan con una caja chica de 15 mil pesos, cada cierto tiempo, otros reciben una subvención de RD$600,000, monto aún insuficiente para desarrollar los programas necesarios. Necesitan más talleres, vehículos para transportar a los muchachos a las audiencias y a los hospitales, áreas para deporte, ampliar y mejorar las instalaciones físicas y, en algunos, hasta camas, porque muchos duermen en el piso.
Una parte excede su capacidad. Carecen de una política de seguimiento a los jóvenes, una vez libre, excepto el de San Cristóbal, que incluso determinó, mediante estudio realizado en el 2006, que el 80% de sus egresados están reinsertados en el medio laboral.
La Procuraduría administra cuatro: Najayo, Santiago, Manoguayabo y San Francisco, donde hay más necesidades.
Salud Pública está a cargo de otros cuatro: dos en la capital, uno en San Cristóbal y otro en La Vega, donde se pudo verificar mayor progreso en la aplicación de programas.
Todos tienen una biblioteca, donada por el Comisionado de Justicia. Algunos han podido establecer un sistema de educación formal y de alfabetización.
Hogar modelo con limitaciones económicas
Considerado como un centro modelo, el Instituto Preparatorio de Menores de San Cristóbal, dirigido por religiosos terciarios capuchino, funciona bajo la filosofía de la convivencia y la mística de la reeducación, preparación del adolescente y apoyo a la comunidad.
Considerado como un centro modelo, el Instituto Preparatorio de Menores de San Cristóbal, dirigido por religiosos terciarios capuchino, funciona bajo la filosofía de la convivencia y la mística de la reeducación, preparación del adolescente y apoyo a la comunidad.
Con 55 años de existencia, y un amplio espacio físico que alberga a unos 80 adolescentes en conflicto con la ley, el centro tiene instalado 12 talleres técnicos-ocupacionales, una escuela básica, agricultura, avicultura, cunicultura, horticultura y otras actividades docentes que mantiene a los jóvenes ocupados de 6:30 de la mañana hasta las 10:00 de la noche.
Con camas y pabellones donde las rejas en las puertas no existen. Allí todos estudian.
Una vez salen se les da un seguimiento de tres a seis meses dependiendo del caso.
Se les garantiza que estudien, que se integren a algún grupo de la comunidad, a un oficio laboral, deporte y que tengan una familia que los acoja.
El centro, perteneciente al Ministerio de Salud Pública, recibe una subvención estatal de 600 mil pesos mensuales, que de acuerdo con sus autoridades resultan insuficientes, ya que el 80 por ciento se invierte en alimentación.
Su director desde hace 13 años, el padre Carlos Montoya Elizondo, reconoce que los recursos económicos limitan el incremento de los talleres, que todos saben son buenos y ayudan, pero son costosos, porque son aprendices.
“A veces hay que arañar demasiado para tener las cosas, porque lo que no se puede tocar es la alimentación y la medicina”, dice.
La estructura física, que data de más de 50 años, requiere de reparación, ya que está afectada de grietas, filtraciones y mal estado de los pisos. Además, requiere de personal, porque hay algunos que están pendientes de jubilación, cuyo proceso es lento.
La Procuraduría ayuda para incentivos al personal, paga algunos empleados y otorga ayuda cuando se lo solicitan, porque no es fija.
Montolya dice que en combustible invierten 45 mil pesos mensuales.
Cuando preparan algún trabajo de herrería y de madera, como cortinas, muebles, camas, entre otros, se vende, y perciben otros ingresos por la reparación de algunos vehículos.
Requiere habilitar nuevas áreas
De reciente creación, el Centro de Manoguayabo, del municipio Santo Domingo Oeste, fue construido con capacidad para albergar a 90 internos, de 13 y 15 años, pero sólo recibe 35, porque todavía tiene pendiente la habilitación de áreas y talleres ocupacionales.
De reciente creación, el Centro de Manoguayabo, del municipio Santo Domingo Oeste, fue construido con capacidad para albergar a 90 internos, de 13 y 15 años, pero sólo recibe 35, porque todavía tiene pendiente la habilitación de áreas y talleres ocupacionales.
Administrado por la Procuraduría General, el centro abrió sus puertas el 13 de enero de este año y empezó a recibir internos en el mes de mayo. Actualmente tiene 34 adolescentes.
Con una cuidada infraestructura, el centro requiere ampliar sus programas que permitan dar soporte a la reeducación y formación técnico vocacional, por lo que están a la espera de la instalación de talleres de electromecánica, de ebanistería y herrería.
Mientras tanto, se trabaja en la alfabetización de los adolescentes, ya que cerca del 45 por ciento es iletrado, y en oficios técnicos en talleres de manualidades que les han permitido elaborar obras en yeso y hamacas, de lectura, música típica y de pintura. Necesita más educadores.
Tiene naciente una escuela de educación básica, pero espera el nombramiento de cinco profesores. Su directora, la psicóloga Lilian Ortega, dice que allí el centro funciona con la mística de hogar. Desde mayo a la fecha ha recibido a alredededor de 110 adolescentes, con delitos vinculados a drogas, robos, riñas, homicidio, que por lo general cometen por primera vez.
Estructura física y transporte
El Instituto Preparatorio Máximo Antonio Álvarez, de La Vega, es el segundo centro con capacidad de espacio más grande del país.
El Instituto Preparatorio Máximo Antonio Álvarez, de La Vega, es el segundo centro con capacidad de espacio más grande del país.
En él convergen un promedio de 74 jóvenes entre los 13 y 20 años, de los cuales más del 80 por ciento cumple sanciones por delitos de homicidio, seguido de atracos y robos. El resto es preventivo.
El espacio físico allí no es problema. Su estructura está diseñada para albergar a 400 personas, pero se trata de una construcción levantada en la época de Trujillo que no ha sido remozada, por lo que presenta un marcado deterioro, lo que se evidencia en las grietas, filtraciones y el mal estado de la pintura.
Aunque en sentido general en el centro funcionan programas de reeducación que garantizan la ocupación útil de los jóvenes mientras cumplen sus sanciones, tiene limitaciones que le impiden cumplir cabalmente con lo establecido en el Código.
No cuenta con variedad de talleres técnicos-vocacionales, ni un vehículo para el traslado de los adolescentes a los tribunales, el cual debe ser asignado por la Procuraduría General de la República.
Tampoco ha podido cumplir con el mandato de la ley de ubicar en pabellones aparte a quienes superan la mayoría de edad.
“Ese pabellón para separarlos no es posible todavía porque esas áreas no fueron creadas, la ley fue creada antes de las áreas y ese es uno de los fallos”, explica Ana María Castillo, encargada del Departamento Regional de Reeducación.
Tienen planeado abrir una escuela multigrado, cuyas herramientas están disponibles, pero les falta el nombramiento de los docentes, así como una sastrería, que para abrirla sólo esperan la entrega de las máquinas de coser.
Cuenta con talleres de literatura, cómputos, pintura, juego de ajedrez, manualidades, peluquería, teatro y pantomima.
Practican deportes, lo que le ha permitido obtener varios trofeos en competencias de baloncesto intercentros o barriales.
En su terreno los jóvenes desarrollan la agricultura, que le permite cosechar víveres y vegetales. Tienen en proyecto desarrollar labores de crianza de cerdos y gallina.
A los muchachos les interesa aprender cómputos, sastrería y peluquería. Cuenta con médico asignado, orientadores, psicólogos, educadores y odontólogos.
Necesita talleres y aulas educativas
Con espacios físicos limitados y falta de talleres u otras herramientas que permitan ocupar el tiempo y distraer la mente, en el Centro de Atención Integral para Adolescentes en Conflicto con la Ley de San Francisco de Macorís, conviven por meses jóvenes con edades entre 13 y 17 años recluidos de manera preventiva.
Con espacios físicos limitados y falta de talleres u otras herramientas que permitan ocupar el tiempo y distraer la mente, en el Centro de Atención Integral para Adolescentes en Conflicto con la Ley de San Francisco de Macorís, conviven por meses jóvenes con edades entre 13 y 17 años recluidos de manera preventiva.
Relativamente joven, esta unidad abrió sus puertas el ocho de mayo del 2008 en una casa rentada con capacidad para albergar a 20 jóvenes.
De espacio limitado, tiene un pequeño salón multiuso, incluyendo comedor, una cancha y un área de oficinas, entre ellas un consultorio médico que aún no se ha estrenado por falta de un profesional en esa área.
También requiere del nombramiento de más educadores que acompañen a los internos.
Es dirigido por el orientador y educador Hipólito Antonio Grullón, quien reconoce las limitaciones del centro por falta de recursos humanos, materiales y físicos.
Las enseñanzas las imparte él mismo o con el personal con que cuenta. Alberga un promedio de entre 10 y 12 jóvenes de diferentes provincias acusados de homicidio, drogas, violación sexual y robo.
Najayo, el más sobrepoblado y hacinado
El Centro de Atención Integral para Adolescentes en Conflicto con la ley de Najayo es el más poblado.
El Centro de Atención Integral para Adolescentes en Conflicto con la ley de Najayo es el más poblado.
Supera su capacidad. Fue construido para albergar a 220 muchachos, pero tiene 277, todos distribuidos en 14 celdas, alojando en algunas hasta 30 internos.
Por los conflictos entre los mismos adolescentes, algunos prefi eren cambiar de habitación, generando que en algunas haya más de lo apropiado, pero no encuentran camas, por lo que se ven obligados a dormir en el piso en colchones. También se mudan cuando se les daña el televisor o la nevera.
Ramona Coronado, directora del centro, reconoce que no se están desarrollando los programas necesarios para que esos adolescentes logren una reinserción laboral, porque entiende se necesita una intervención multisectorial que no se ha podido lograr.
Las instalaciones físicas lucen descuidadas por la falta de pintura y rayado de las paredes por los mismos jóvenes. Esto se percibe principalmente en el área de las celdas.
Con recursos del Organismo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), aportados a través de Caritas Dominicana, las habitaciones son reparadas, para poner baños dentro, ya que se bañan fuera, en un área común, y colocar mesa de cemento en la pared.
Se ven obligados a cubrir el área de las camas con telas y sábanas, para protegerse de los mosquitos y de la claridad.
Con la excusa de tener pocos policías, unos 50, los internos son sacados a la cancha una vez a la semana.
“Tenemos un programa adaptado a lo que podemos hacer con los recursos que recibimos”, dice Juliana Maríñez, administradora, quien reconoce que hay pocos talleres y personal para la vigilancia. No precisan el monto de la caja chica, pero están conscientes de que los fondos son pocos para cubrir todas las necesidades.
Los comedores económicos llevan la comida, el gas y el gasoil para dos vehículos asignados.
“Nos traen una caja chica para que resolvamos los problemas pequeñitos, es muy poco, es la misma del 2006, cuando había menos de 120”, apunta Coronado. Por falta de un contenedor para la basura, improvisaron un vertedero en el área agrícola, donde tienen sembrado plátanos y guandules. En una habitación de reflexión, separan los muchachos más conflictivos.
Un sólo centro para las mujeres
El Instituto Preparatorio de Niñas, en Villa Consuelo, es el único que recibe a las muchachas que delinquen. Con capacidad para 22, pero tiene 26. “A veces tengo 35 y 37, porque oscila entre 22, hasta 39 y 40”, señala Milagros Altagracia Núñez, directora del centro.
El Instituto Preparatorio de Niñas, en Villa Consuelo, es el único que recibe a las muchachas que delinquen. Con capacidad para 22, pero tiene 26. “A veces tengo 35 y 37, porque oscila entre 22, hasta 39 y 40”, señala Milagros Altagracia Núñez, directora del centro.
Con una subvención de 195,000 pesos, este centro se maneja con limitaciones.
Los recursos son destinados para la compra de comida y el mantenimiento de la casa.
Núñez sostiene que si recibieran los alimentos de los comedores económicos como otros hogares, pudiera destinar los recursos de la comida a otras áreas, porque a veces el presupuesto está muy apretado.
“Yo no cojo fiao, pero pido ayuda”, dice Núñez. Recibe apoyo de religiosos que visitan el centro y de los padres de las muchachas para el pago del taxi, cuando van a los tribunales, porque no tienen vehículos.
Aloja a 11 preventivas y 16 sancionadas. Permanecen allí las que adquirieron la mayoría de edad, en cumplimiento de una disposición de que se pueden quedar si se portan bien, lo cual Núñez considera sólo se debiera aplicar si disponen de espacio.
Cuentan con tres habitaciones provistas de 11 camas de hierro, dobles. Cuando excede su capacidad, tiran colchones en el piso. La casa necesita reparación, pues tiene filtraciones. Desarrolla un programa de educación formal, clases de informática, costura y belleza.
Preventivos con deficiencias
El Centro de Evaluación y Referimiento del Menor (CERMENOR), en Cristo Rey, solo acoge a los adolescentes varones que violan la ley, pero están todavía en una fase preventiva, es decir, que están pendientes de una condena judicial.
El Centro de Evaluación y Referimiento del Menor (CERMENOR), en Cristo Rey, solo acoge a los adolescentes varones que violan la ley, pero están todavía en una fase preventiva, es decir, que están pendientes de una condena judicial.
Pero aunque el Código para el Sistema de protección y los Derechos Fundamentales de Niños, Niñas y Adolescentes establece como máximo 30 días de prisión preventiva, generalmente duran más de ese tiempo.
Según explicó su director, Sócrates Sánchez, algunos adolescentes permanecen allí hasta por 9 meses, debido a los trámites judiciales y a los constantes reenvíos del conocimiento de los casos en los tribunales.
Con una población actual de 30 adolescentes, 10 menos de su capacidad, que es de 40, están distribuidos en cuatro habitaciones. Pese a que se prevé que durarán poco tiempo, hace dos años las autoridades lograron establecer un programa de alfabetización, luego de observar que los muchachos acusan bajo nivel de escolaridad y en algunos casos, son analfabetos.
Sánchez afirma que han obtenido buenos resultados, porque han logrado que muchos jóvenes aprendan a leer y a escribir, debido a que los reciben con bajos niveles de escolaridad. Muchos de ellos no están declarados en el registro civil.
Sin embargo, esa labor de enseñanza tiene limitaciones, pues la realiza una educadora social, cuya responsabilidad en el centro no es impartir clases formales, sino orientaciones.
La razón es que no cuentan con profesores, porque no han tenido una respuesta positiva del Ministerio de Educación, al cual le solicitaron nombrar una maestra.
Los muchachos practican baloncesto y participan en actividades recreativas. En el comedor tienen un televisor que se turnan para verlo, porque el área es muy pequeña.
Precisamente, por la estrechez de las instalaciones, un mismo cuarto es usado como biblioteca, como aula de clases y para el trabajo social.
Carecen de espacios para ubicar computadores que varias instituciones le han ofrecido.
El transporte a los tribunales constituye un problema, porque solo disponen de un vehículo. Cuando tienen que mandar a buscar la comida envían los muchachos a los tribunales en taxis.
La política del centro hacia los adolescentes es igual para todos, sin importar el delito, dice Sánchez. “Mi papel no es decirles si son culpables o no, el trato hacia ellos es igual”, manifiesta, pero preocupándose porque mantengan la disciplina.
Satisfechos con el personal especializado, porque tienen dos médicos, dos odontólogas, una enfermera, tres trabajadoras sociales. Todo el personal es pagado por Salud Pública.
Desde que llegan los muchachos son sometidos a un chequeo médico para ver las condiciones de salud y tratar cualquier dolencia. Sánchez lamenta que existan pocas redes de apoyo a los centros, de profesionales como familiares, pues algunos internos nadie los visita.
Vecinos piden el traslado del penal
La ubicación constituye el principal problema del centro de Atención Integral de Santiago, por lo que la comunidad exige su traslado de Bella Vista. Fue construido hace tres años al lado de dos centros educativos, un centro médico y una iglesia católica.
La ubicación constituye el principal problema del centro de Atención Integral de Santiago, por lo que la comunidad exige su traslado de Bella Vista. Fue construido hace tres años al lado de dos centros educativos, un centro médico y una iglesia católica.
Los motines y conflictos entre internos afectan las laborales de esos centros, situados a pocos metros del penal. Su director, Enrique Martínez, no oculta las precariedades. No excede su capacidad, de 72, pero entre los 58 que aloja hay sancionados y preventivos, en dos de tres módulos construidos.
Uno está deteriorado y facilita la fuga. Este año se escaparon tres. No han establecido programa de educación por falta de un profesor. Se maneja con una caja chica que le suple la Procuraduría, con un monto de 15,000 pesos. No cuenta con médicos, enfermeras ni dentistas.
En una sola camioneta realizan todas las necesidades del centro. De los comedores económicos reciben la comida cruda y 20 agentes policiales se ocupan de la seguridad, sin tener la preparación adecuada. El personal civil también es escaso.
INFOTEP imparte cursos de peluquería. Los muchachos también practican baloncesto, pero no tienen instructor de deportes. Los miércoles en la mañana ven películas educativas. Hacen un levantamiento para crear un club de lectores jueves y viernes en la mañana, para usar la biblioteca.