Todos los testimonios relacionados con los efectos del consumo de drogas impactan, como las historias de Henry y José, dos miembros dominicanos de Narcóticos Anónimos (NA).
Luego de siete y seis años, respectivamente, asistiendo a las reuniones locales de la organización internacional, su mensaje es claro y breve: “Un adicto, cualquier adicto, puede dejar de consumir drogas, quitarse los deseos de consumir drogas y obtener un nuevo estilo de vida. Nosotros estamos aquí porque somos testigos de que eso es posible”, confiesan.
¿Cómo lo lograron?
Narcóticos Anónimos les ayudó a conseguirlo. Creada en 1953 en California y presente en 130 países, NA es una confraternidad sin fines de lucro compuesta por hombres y mujeres para quienes las drogas, explica Henry, se han convertido en un problema muy grave. Sus miembros aspiran a recuperarse de las adicciones siguiendo principios y tradiciones básicas que los encauzan y los devuelven a la vida útil y productiva.
El primero de los principios, como todos los programas de este tipo, es la aceptación por parte del adicto de que padece una enfermedad y necesita ser atendido.
“Es el primer paso y el más duro: decir sí, yo soy adicto, tengo problemas, ayúdenme; porque hay una parte de la enfermedad que hace que el adicto mienta y no acepte su condición”, explica Henry.
Solo cuando la persona toca fondo es que acepta la ayuda, sigue. Y tocar fondo implica que el adicto lo pierda todo (bienes, familia, amigos) o que se encuentre en una situación de vida o muerte.
Ayuda gratis
Narcóticos Anónimos no tiene carácter profesional y por tanto no diagnostica ni estudia las causas de la enfermedad de sus miembros. La recuperación se centra en el problema de la adicción, no en la sustancia en particular, aseguran.
Las características de la enfermedad (la obsesión, la negación y el egocentrismo) les ayudan a identificar las necesidades del recién llegado, a quien garantizan el anonimato y el respeto personal.
“En el programa nos recuperamos ayudándonos mutuamente unos a otros. En mi caso llegué a Narcóticos Anónimos engañado, cuando un amigo me invitó dizque a una fiesta. No me consideraba adicto hasta que llegué a la reunión y hubo algo que me gustó mucho: me dieron un abrazo y me dijeron que ya no estaba solo, que me iban a querer”, cuenta Henry un poco emocionado.
Sus adicciones comenzaron a los 13 años. Fumaba y consumía alcohol. El querer parecerse a otros y buscar la aceptación de los demás le llevó a consumir cuantas sustancias narcóticas aparecieran, al punto de que, en los últimos años, ninguna le parecía de su preferencia. “La que apareciera estaba bien, ya no le veía diferencia”.
José, de su lado, consumía sustancias legales pero dañinas desdes los siete años.
“Comencé con cemento, después probaba todo lo que pudiera conseguir pero que no me metieran preso. Vivía como una sanguijuela, sacándole dinero a todo el mundo para poder consumir. Lo conseguía como sea, lo robaba de debajo del colchón o lo sacaba de los bolsillos de los pantalones que dejaban colgando”, revela.
UNA ENFERMEDAD QUE SECUESTRA EL CEREBRO
SEGÚN HENRY, el adicto es un gran inventor, y según José, tiene la tendencia de buscar un culpable para sus acciones. Lo que muchos llaman inteligencia en el adicto no es tal, aseguran. Es una obsesión, un pensamiento constante que se convierte en la necesidad de buscar y encontrar qué consumir.
“El adicto tiene secuestrado el cerebro. Haces cosas que no quieres porque le harías daño a las personas que más te quieren y sientes impotencia porque sabes que lo harás -señala Henry-.
Un ejemplo palpable es que en mis últimos años de consumo me levantaba con hambre y no tenía dinero para comer, daba una vuelta, conseguía un poco de dinero, me paraba frente a frente donde vendían los pollos y el hambre se me iba: usaba el dinero para consumir”.
UNA MOTIVACIÓN PARA LOS DOMINICANOS
En el país, las personas que reciben recuperación en Narcóticos Anónimos (alrededor de 400) tienen entre 16 y 75 años. Como muchos no asocian las drogas con la vejez, José aclara que se debe a que la mayoría muere por sus efectos antes de llegar a una edad avanzada. La enfermedad, recuerda, afecta al adicto física, mental y espiritualmente. Por eso Henry tiene también un mensaje para los que, sin ser adictos, disfrutan explorar y consumir nuevas sustancias.
“Mejor que no lo hagan. Puedes sentir una gran sensación y puede ser que no seas adicto, pero hoy en día están surgiendo diferentes tipos de drogas que en la primera probada te pueden provocar adicción, y de la adicción sale uno entre un millón, por eso es que somos pocos los miembros de NA”.
Hay 40 grupos de NA en el país desde hace dieciocho años, la mayoría, 25 grupos, concentrados en la capital.
Están presentes también en Santiago, Bonao, la ciudad de San Cristóbal, Haina, Bávaro, San Pedro, La Romana, Santo Domingo Este y Puerto Plata.
Las reuniones duran una hora y media y algunas son diarias. Las hay cerradas (sólo para adictos) y abiertas. En las abiertas pueden participar familiares y amigos de los miembros de NA.
Si quiere ponerse en contacto con NA, llame al 809-221-8066 y 809-847-9743.
En recuperación permanente
José y Henry, dos miembros de la organización Narcóticos Anónimos (NA), reconocen que a medida que avanza el programa de recuperación es más grande el compromiso de asumir el cambio y mantenerlo. Saben que no sanarán del todo, que se trata de un programa de 24 horas que no termina, una recuperación constante que avanza, como dicen sus materiales literarios, sin prisa pero sin pausa. Es también un programa que da libertad, considera José.
“Cuando llegamos nos informan algo que tiene lógica: si tarde o temprano te vas a insertar a la sociedad, ¿por qué no empiezas desde ahora? Nos enseñan que es un alivio saber que no somos unos degenerados, ni personas insanas ni malas, sino que simplemente tenemos una enfermedad que sólo se puede combatir con un programa de recuperación”, expresa.
Una prueba de que el programa de NA funciona, indican, es que al poco tiempo de iniciada la recuperación la mayoría de los adictos forman una familia y se integran a las actividades laborales de sus comunidades.
“El programa te quita las drogas, la calle, pero te da un un nuevo estilo de vida, no te deja vacío. El fin de los doce pasos es haber obtenido un contacto consciente con Dios, cambiar los pensamientos distorsionados por pensamientos espirituales, amorosos”, apunta Henry.
La guía de un padrino
Una de las tradiciones de Narcóticos Anónimos indica que los miembros de cada grupo deben gestionar todo lo concerniente a sus propias reuniones (alquiler y mantenimiento de locales) sin aceptar contribuciones externas.
“El adicto que viene de la calle es una carga para la sociedad, el programa te enseña a insertarte a esa sociedad, te enseña que tienes que trabajar y comer con el sudor de tu frente”, dice José. En el proceso, cada miembro nuevo que ingresa a NA cuenta con el apoyo de un padrino, que es un miembro más antiguo del programa que le sirve de guía y sostén. Le llaman guía espiritual porque no persiguen tendencias religiosas ni políticas.
Tanto José como Henry decidieron contar sus experiencias porque aseguran que son pocas las personas que creen que un adicto se puede recuperar.
“No somos la panacea de la recuperación ni lo único que funciona, sólo queremos llevar el mensaje de que a nosotros nos ha funcionado y muy bien. No hay nada más grande para el adicto como que se le quite el deseo de consumir drogas”, señalan.
Para muchos adictos, una de las luchas más fuertes que libran con la enfermedad está relacionada con el ego, que les hace creer que son diferentes y que se pueden recuperar solos y cuando lo decidan.
Luego de siete y seis años, respectivamente, asistiendo a las reuniones locales de la organización internacional, su mensaje es claro y breve: “Un adicto, cualquier adicto, puede dejar de consumir drogas, quitarse los deseos de consumir drogas y obtener un nuevo estilo de vida. Nosotros estamos aquí porque somos testigos de que eso es posible”, confiesan.
¿Cómo lo lograron?
Narcóticos Anónimos les ayudó a conseguirlo. Creada en 1953 en California y presente en 130 países, NA es una confraternidad sin fines de lucro compuesta por hombres y mujeres para quienes las drogas, explica Henry, se han convertido en un problema muy grave. Sus miembros aspiran a recuperarse de las adicciones siguiendo principios y tradiciones básicas que los encauzan y los devuelven a la vida útil y productiva.
El primero de los principios, como todos los programas de este tipo, es la aceptación por parte del adicto de que padece una enfermedad y necesita ser atendido.
“Es el primer paso y el más duro: decir sí, yo soy adicto, tengo problemas, ayúdenme; porque hay una parte de la enfermedad que hace que el adicto mienta y no acepte su condición”, explica Henry.
Solo cuando la persona toca fondo es que acepta la ayuda, sigue. Y tocar fondo implica que el adicto lo pierda todo (bienes, familia, amigos) o que se encuentre en una situación de vida o muerte.
Ayuda gratis
Narcóticos Anónimos no tiene carácter profesional y por tanto no diagnostica ni estudia las causas de la enfermedad de sus miembros. La recuperación se centra en el problema de la adicción, no en la sustancia en particular, aseguran.
Las características de la enfermedad (la obsesión, la negación y el egocentrismo) les ayudan a identificar las necesidades del recién llegado, a quien garantizan el anonimato y el respeto personal.
“En el programa nos recuperamos ayudándonos mutuamente unos a otros. En mi caso llegué a Narcóticos Anónimos engañado, cuando un amigo me invitó dizque a una fiesta. No me consideraba adicto hasta que llegué a la reunión y hubo algo que me gustó mucho: me dieron un abrazo y me dijeron que ya no estaba solo, que me iban a querer”, cuenta Henry un poco emocionado.
Sus adicciones comenzaron a los 13 años. Fumaba y consumía alcohol. El querer parecerse a otros y buscar la aceptación de los demás le llevó a consumir cuantas sustancias narcóticas aparecieran, al punto de que, en los últimos años, ninguna le parecía de su preferencia. “La que apareciera estaba bien, ya no le veía diferencia”.
José, de su lado, consumía sustancias legales pero dañinas desdes los siete años.
“Comencé con cemento, después probaba todo lo que pudiera conseguir pero que no me metieran preso. Vivía como una sanguijuela, sacándole dinero a todo el mundo para poder consumir. Lo conseguía como sea, lo robaba de debajo del colchón o lo sacaba de los bolsillos de los pantalones que dejaban colgando”, revela.
UNA ENFERMEDAD QUE SECUESTRA EL CEREBRO
SEGÚN HENRY, el adicto es un gran inventor, y según José, tiene la tendencia de buscar un culpable para sus acciones. Lo que muchos llaman inteligencia en el adicto no es tal, aseguran. Es una obsesión, un pensamiento constante que se convierte en la necesidad de buscar y encontrar qué consumir.
“El adicto tiene secuestrado el cerebro. Haces cosas que no quieres porque le harías daño a las personas que más te quieren y sientes impotencia porque sabes que lo harás -señala Henry-.
Un ejemplo palpable es que en mis últimos años de consumo me levantaba con hambre y no tenía dinero para comer, daba una vuelta, conseguía un poco de dinero, me paraba frente a frente donde vendían los pollos y el hambre se me iba: usaba el dinero para consumir”.
UNA MOTIVACIÓN PARA LOS DOMINICANOS
En el país, las personas que reciben recuperación en Narcóticos Anónimos (alrededor de 400) tienen entre 16 y 75 años. Como muchos no asocian las drogas con la vejez, José aclara que se debe a que la mayoría muere por sus efectos antes de llegar a una edad avanzada. La enfermedad, recuerda, afecta al adicto física, mental y espiritualmente. Por eso Henry tiene también un mensaje para los que, sin ser adictos, disfrutan explorar y consumir nuevas sustancias.
“Mejor que no lo hagan. Puedes sentir una gran sensación y puede ser que no seas adicto, pero hoy en día están surgiendo diferentes tipos de drogas que en la primera probada te pueden provocar adicción, y de la adicción sale uno entre un millón, por eso es que somos pocos los miembros de NA”.
Hay 40 grupos de NA en el país desde hace dieciocho años, la mayoría, 25 grupos, concentrados en la capital.
Están presentes también en Santiago, Bonao, la ciudad de San Cristóbal, Haina, Bávaro, San Pedro, La Romana, Santo Domingo Este y Puerto Plata.
Las reuniones duran una hora y media y algunas son diarias. Las hay cerradas (sólo para adictos) y abiertas. En las abiertas pueden participar familiares y amigos de los miembros de NA.
Si quiere ponerse en contacto con NA, llame al 809-221-8066 y 809-847-9743.
En recuperación permanente
José y Henry, dos miembros de la organización Narcóticos Anónimos (NA), reconocen que a medida que avanza el programa de recuperación es más grande el compromiso de asumir el cambio y mantenerlo. Saben que no sanarán del todo, que se trata de un programa de 24 horas que no termina, una recuperación constante que avanza, como dicen sus materiales literarios, sin prisa pero sin pausa. Es también un programa que da libertad, considera José.
“Cuando llegamos nos informan algo que tiene lógica: si tarde o temprano te vas a insertar a la sociedad, ¿por qué no empiezas desde ahora? Nos enseñan que es un alivio saber que no somos unos degenerados, ni personas insanas ni malas, sino que simplemente tenemos una enfermedad que sólo se puede combatir con un programa de recuperación”, expresa.
Una prueba de que el programa de NA funciona, indican, es que al poco tiempo de iniciada la recuperación la mayoría de los adictos forman una familia y se integran a las actividades laborales de sus comunidades.
“El programa te quita las drogas, la calle, pero te da un un nuevo estilo de vida, no te deja vacío. El fin de los doce pasos es haber obtenido un contacto consciente con Dios, cambiar los pensamientos distorsionados por pensamientos espirituales, amorosos”, apunta Henry.
La guía de un padrino
Una de las tradiciones de Narcóticos Anónimos indica que los miembros de cada grupo deben gestionar todo lo concerniente a sus propias reuniones (alquiler y mantenimiento de locales) sin aceptar contribuciones externas.
“El adicto que viene de la calle es una carga para la sociedad, el programa te enseña a insertarte a esa sociedad, te enseña que tienes que trabajar y comer con el sudor de tu frente”, dice José. En el proceso, cada miembro nuevo que ingresa a NA cuenta con el apoyo de un padrino, que es un miembro más antiguo del programa que le sirve de guía y sostén. Le llaman guía espiritual porque no persiguen tendencias religiosas ni políticas.
Tanto José como Henry decidieron contar sus experiencias porque aseguran que son pocas las personas que creen que un adicto se puede recuperar.
“No somos la panacea de la recuperación ni lo único que funciona, sólo queremos llevar el mensaje de que a nosotros nos ha funcionado y muy bien. No hay nada más grande para el adicto como que se le quite el deseo de consumir drogas”, señalan.
Para muchos adictos, una de las luchas más fuertes que libran con la enfermedad está relacionada con el ego, que les hace creer que son diferentes y que se pueden recuperar solos y cuando lo decidan.