sábado, octubre 01, 2011
ComunidadRD
En nuestro país crece la población envejeciente, lo cual no deja de ser un premio a la sobrevivencia en tiempos tan difíciles, y es una lástima que los ancianos no reciban la atención plena que merecen de los gobiernos.
La población de envejecientes sigue creciendo en muchos países, especialmente en los desarrollados, en la medida en que las ciencias médicas y la conciencia sobre el mejor cuidado de la salud y la alimentación ayudan a prolongar la vida. Puede decirse que, en la mayoría de esas naciones, hay un visible esmero por rodear a la vejez de garantías para que los hombres y mujeres que han llegado a las edades maduras puedan disfrutar de algunos beneficios sociales en el momento de su retiro.
Este modelo de atención ha comenzado a resentirse en esos países, porque la población joven, llamada a sustituir la mano de obra que queda vacante por los retirados, no da para sostener, con sus impuestos, los planes de pensiones y de salud consagrados por las leyes.
Al extenderse los horizontes de vida, son muchos los países que han modificado las edades del retiro para continuar aprovechando las energías y los talentos de los envejecientes.
En nuestro país crece la población envejeciente, lo cual no deja de ser un premio a la sobrevivencia en tiempos tan difíciles, y es una lástima que los ancianos no reciban la atención plena que merecen de los gobiernos, mucho menos de familiares que los abandonan o los relegan a unos planos de inactividad, o los condenan al desamor.
Gente que ha luchado toda su vida formando familias, contribuyendo al desarrollo nacional, hoy sufre la indiferencia y la desatención, y acaso más penurias que las que afrontaron en sus distintas etapas de vida.
A ellos los reconocemos hoy, con amor y con una inmensa deuda de gratitud que todavía no somos capaces de saldar.
Este modelo de atención ha comenzado a resentirse en esos países, porque la población joven, llamada a sustituir la mano de obra que queda vacante por los retirados, no da para sostener, con sus impuestos, los planes de pensiones y de salud consagrados por las leyes.
Al extenderse los horizontes de vida, son muchos los países que han modificado las edades del retiro para continuar aprovechando las energías y los talentos de los envejecientes.
En nuestro país crece la población envejeciente, lo cual no deja de ser un premio a la sobrevivencia en tiempos tan difíciles, y es una lástima que los ancianos no reciban la atención plena que merecen de los gobiernos, mucho menos de familiares que los abandonan o los relegan a unos planos de inactividad, o los condenan al desamor.
Gente que ha luchado toda su vida formando familias, contribuyendo al desarrollo nacional, hoy sufre la indiferencia y la desatención, y acaso más penurias que las que afrontaron en sus distintas etapas de vida.
A ellos los reconocemos hoy, con amor y con una inmensa deuda de gratitud que todavía no somos capaces de saldar.
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