La época del año en que nace un bebé podría tener un impacto a largo plazo en su salud y personalidad, sugiere un nuevo estudio.
Según los investigadores de la Universidad de Vanderbilt, Estados Unidos, esto se debe a que la estación en que se nace tiene un impacto "drástico" en el funcionamiento de nuestro reloj biológico.
Específicamente -explica el estudio publicado en Nature Neuroscience- tiene un efecto en la velocidad con que este "reloj" marca nuestras funciones biológicas.
Nuestro reloj biológico es el encargado de marcar los ritmos circadianos, los ciclos biológicos de 24 horas que se encargan de determinar nuestros patrones de sueño y alimentación y que tienen un impacto en varias funciones del organismo como la actividad biológica hormonal y la actividad cerebral.
Se sabe que la actividad de este reloj circadiano está modulada por los factores externos, principalmente la variación de luz entre el día y la noche.
Pero ahora la nueva investigación encontró que la estación del año en que se nace también podría tener un impacto a largo plazo en nuestros ritmos circadianos.
"Nuestro reloj biológico mide la longitud del día y cambia nuestra conducta de acuerdo a las estaciones" explica el profesor Douglas McMahon, quien dirigió el estudio.
"Estábamos interesados en analizar si las señales de luz pueden tener un impacto en el desarrollo de este reloj biológico" agrega.
Problemas de adaptación
Si un mecanismo de 'huella estacional' similar al que encontramos en los ratones opera en el ser humano, éste no sólo podría tener un efecto en varios trastornos de conducta sino también un impacto más general en la personalidad
Prof. Douglas McMahon
Algunos fueron expuestos a condiciones similares a las del verano, con 16 horas de luz y ocho horas de oscuridad cada día.
Otros recibieron sólo ocho horas de luz cada día para simular los días más cortos del invierno.
Se mantuvo a ambos grupos bajo el mismo ciclo de luz y oscuridad durante varias semanas (28 días) y después se les intercambió para someterlos al ciclo opuesto de luz y oscuridad.
Al final del experimento, cuando los ratones maduraron, fueron mantenidos en una oscuridad constante para observar sus patrones de actividad.
Los científicos descubrieron que los roedores criados en las condiciones de verano mantenían una rutina diaria, pero los que fueron sometidos a poca luz tuvieron dificultades para adaptarse a los cambios, con una lentificación consistente en sus periodos de actividad diaria.
Los investigadores analizaron también la actividad de un gen en el cerebro que se sabe influye en el reloj biológico y descubrieron un patrón similar: los ratones nacidos en invierno tenían una actividad más lenta en el "reloj maestro cerebral" que los ratones nacidos en verano.
Pero en los ratones de invierno estos factores variaron considerablemente cuando los animales eran colocados en un ciclo de luz de verano.
Según el profesor McMahon "los ratones nacidos en invierno mostraron una respuesta exagerada al cambio de estación, la cual es sorprendentemente similar a la que muestran los pacientes humanos que sufren el trastorno afectivo estacional".
Los investigadores creen que esto demuestra que la cantidad de luz a la cual el cerebro humano se ve expuesto en las primeras semanas de vida, cuando se está desarrollando, tendrá un impacto futuro en sus estados de ánimo y personalidad.
"Sabemos que el reloj biológico regula el estado de ánimo en humanos" dice el investigador.
"Si un mecanismo de 'huella estacional' similar al que encontramos en los ratones opera en el ser humano, éste no sólo podría tener un efecto en varios trastornos de conducta sino también un impacto más general en la personalidad" agrega.
Los científicos no saben cómo o cuándo exactamente ocurre esta 'huella estacional' pero ahora planean llevar a cabo más investigaciones para estudiarlo.